sábado, 6 de febrero de 2016

EL SOL Y LA NUBE

El Sol viajaba por el cielo, alegre y glorioso. En su carro de fuego, despedía sus rayos en todas direcciones.

En las viñas, cada racimo de uva que maduraba robaba un rayo por minuto, incluso dos. Y no había hierba, araña, flor o gota de agua que no tomase parte.

Una nube de tempestuoso humor murmuraba:

—Deja, deja que todos te roben: verás de qué manera te lo agradecerán cuando ya no te quede nada que puedan robarte.

El Sol seguía alegremente su viaje, regalando rayos a millones, a billones, sin contarlos.

Sólo en su ocaso contó los rayos que le quedaban, y, mira por dónde, no le faltaba ninguno. La nube, sorprendida, se deshizo en granizo.

El Sol se tiró alegremente en el mar.

Moraleja: Si sembraste bondad se multiplica en tu ocaso.

FUENTE: ANONIMO

viernes, 5 de febrero de 2016

LA COSECHA

Las ramas de los árboles que bordeaban el camino se doblaban doloridas, ante el peso de tanta flor. De lejos, llegaban flotando en el cálido aire primaveral las notas alegres de una flauta. Toda la gente se había ido a los bosques, a celebrar la fiesta de las flores. En lo alto del cielo, la luna llena observaba las sombras del pueblo silencioso.

El joven asceta paseaba por la calle solitaria, mientras sobre él los cuclillos enamorados lanzaban desde las ramas del mango su queja desvelada. Upagupta atravesó las puertas de la ciudad y se detuvo en la base del torreón. ¿Quién era aquella mujer tendida al pie de la muralla? Abatida por la peste negra, el cuerpo cubierto de llagas, había sido arrojada de la ciudad.

El asceta se sentó a su lado, apoyó la cabeza, humedeció con agua sus labios y untó de bálsamo su cuerpo hinchado.

—¿Quién eres, que así te compadeces? —preguntó la mujer.

—Ha llegado la hora en que debía visitarte, y aquí me tienes a tu lado —contestó el joven asceta.
    Ella cerró sus ojos y dejò que el sueño la encontrara aquella noche.

FUENTE: ANONIMO