PAPÁ: EL ETERNO.

Mi padre cumple hoy 93 años. Y cuando pienso en él, pienso en una vida que todavía tiene mucho para dar, en una filosofía sencilla pero profunda que lo ha acompañado hasta hoy.

Desde que era niña, me repetía una y otra vez: “Si querés, podés hacer lo que quieras. Estudiá, construí tu futuro y no escuches las voces negativas. Apagalas, seguilo tuyo y siempre adelante.”

Era su manera de enseñarme que la fortaleza no está en lo que dicen los demás, sino en la convicción que uno sostiene en su interior.

Claro, también era difícil a veces. Podía pasarse horas mirando partidos de fútbol, mientras mi madre se enojaba. Nunca supe si ella se molestaba porque él disfrutaba tanto de aquello, o simplemente porque el fútbol no le interesaba en absoluto. Esa fue siempre la antítesis entre ellos: ella, nerviosa y pendiente de todo; él, sereno, disfrutando lo que tenía delante.

Recuerdo un día en particular. A mamá la operaban, y él, imperturbable, miraba un partido. Se acercaba la hora de ir al sanatorio y él no parecía tener prisa. Todo lo hacía esperar, todo lo vivía con calma, sin gastar energía en nervios ni en dramatismos. Mientras nosotros estábamos tensos, él confiaba.

Finalmente, la operación pasó, mamá salió de la anestesia y él ni se había enterado. Cuando lo supo, solo dijo con calma: “¿Viste? Todo salió bien. ¿Para qué te vas a preocupar?”

Esa era su esencia: mirar la vida sin desesperarse, caminar con el paso firme del que sabe que la preocupación nunca cambia los hechos.

Hoy, que cumple 93 años, entiendo la lección que nos dejó: “No te preocupes, estamos viviendo… y un día, simplemente moriremos. Pero mientras tanto, viví.”

Papá, hoy te digo desde mi corazón: sos eterno.

Eterno en tus palabras, en tus gestos, en la serenidad que me enseñaste. Eterno en esta vida que has vivido con calma y en el legado que nos dejas.

✍️ ELIDA BENTANCOR

MAYULA, LA PERRITA DEL RIO

BUENOS PENSAMIENTOS, BLOG

Muchas veces, íbamos  a la Costanera del Río Uruguay, con mi sobrina, sus hermanos y la familia. Ellos eran pequeños y reían felices jugando en las hamacas, mientras los mayores contemplábamos el paisaje sereno a orillas del río. El sol se reflejaba en el agua y el viento traía consigo ese murmullo único del río que parece contar historias antiguas.

Entre juegos y charlas, siempre estaba allí una perrita callejera que parecía conocernos desde siempre. No tenía nombre, pero tenía ternura en los ojos y esa fidelidad callada que solo los animales saben dar. Se acercaba, se acostaba a nuestro lado y compartía en silencio cada tarde de juegos, como si también fuera parte de la familia.

Un día, distinto a los demás, la sorpresa nos abrazó: cuando íbamos a regresar, la perrita se subió al auto sin dudar. Mi sobrinita, con el corazón lleno de ilusión, la sostuvo con fuerza y entre lágrimas pidió que no la dejaran. Nadie pudo resistirse a esa unión repentina y verdadera. Ese día, mi sobrina la nombró Mayula, y con ese nombre empezó una nueva vida.

Desde entonces, fueron inseparables. Mayula acompañó a mi sobrina en sus juegos, en sus tardes de estudio y en sus silencios. Era guardiana, amiga y cómplice. Con su cola alegre y sus ojos brillantes, enseñó lo que significa el amor leal y sencillo.

Los años pasaron, y aunque la vida tiene sus ciclos, el recuerdo de Mayula quedó grabado en todos nosotros. Cuando partió, sentimos tristeza, pero también una profunda gratitud. Le agradecimos por su compañía, por su cariño sin condiciones y por haberse cruzado en nuestro camino aquel día en la costanera.

Hoy, al recordar, sabemos que Mayula no fue solo una perrita callejera: fue parte de la familia, una amiga que dejó huellas imborrables en el corazón de cada uno. Su recuerdo vive en cada risa de aquellos días, en cada tarde de río, y en la certeza de que la verdadera magia está en esos encuentros inesperados que se convierten en eternos.

"La verdadera magia de la vida está en esos encuentros inesperados que se convierten en eternos."

📍Dedicatoria: a María Pía, por su amor a Mayula.

BUENOS PENSAMIENTOS, BLOG