En el camino hacia el éxito hay una verdad que resuena tanto en lo espiritual como en lo científico: la energía sigue a la atención. Cada vez que decretamos una meta o un propósito desde el corazón, lo revestimos con nuestra intención más pura. Ese decreto es como una semilla sembrada en el campo cuántico de las infinitas posibilidades.
Sin embargo, cuando compartimos esa semilla con todos antes de que haya germinado, abrimos la puerta a energías ajenas. Cada pensamiento y sentimiento de los demás, aunque sea inconsciente, se adhiere al nuestro y puede interferir. Lo que era un cauce de luz directa se convierte en un río que se bifurca, y así la energía pierde fuerza.
Lo místico y lo cuántico
La mística nos enseña que el silencio es sagrado, que guardar en el alma lo que estamos gestando es protegerlo en el vientre espiritual. La física cuántica, en paralelo, nos muestra que las partículas existen en estado de probabilidad hasta que son observadas. Así también nuestras metas: hasta que no cristalizan, están en un estado delicado, en construcción. Al exponerlas demasiado pronto, las sometemos a la observación y la influencia de energías que no siempre suman, que generan “ruido” en el campo.
Gregg Braden nos recuerda que la oración correcta no es pedir desde la carencia, sino sentir que ya se ha creado. Cuando decretamos en silencio, desde la gratitud y la certeza, lo que hacemos es vibrar en la frecuencia del resultado elegido. La neuroemoción —aunque no sea ciencia exacta— aporta la comprensión de cómo las emociones no resueltas pueden alterar esa vibración.
El secreto del silencio creador
Contar a todos lo que haremos abre la puerta a opiniones, dudas, críticas o incluso envidias. No siempre de mala intención, pero sí con un efecto real: desvían la dirección de nuestra energía. Por eso, el decreto debe ser guardado como un fuego interior, protegido de vientos que podrían apagarlo.
El místico Garniet Malet, a quien tanto admiro, también hablaba de esta unión entre lo invisible y lo comprobable: cómo lo espiritual se apoya en leyes universales, y cómo la ciencia empieza a rozar esos misterios. En lo profundo, se trata de cuidar lo sagrado del pensamiento creador.
En mi humilde experiencia
En El Milagro del Éxito aprendí y compartí que el verdadero poder del decreto no está en decirlo al mundo, sino en sostenerlo con disciplina, gratitud y silencio. Porque cuando decretamos desde el corazón y lo mantenemos en nuestra conciencia como una realidad ya creada, el universo responde con exactitud.
Puntos esenciales para recordar
1. El silencio protege la energía creadora. Cada decreto es una semilla que necesita resguardo.
2. Las energías ajenas influyen. Opiniones, dudas o críticas desvían la vibración original.
3. La física cuántica nos recuerda: todo existe en posibilidad hasta que lo “observamos” y fijamos.
4. La oración correcta, como enseña Gregg Braden, es sentir desde la gratitud que ya está hecho.
5. La neuroemoción muestra cómo las emociones propias o ajenas pueden afectar lo que creamos.
6. El éxito requiere perseverancia, pero también guardar en silencio lo que está naciendo.
✨ No contar lo que aún está en gestación es un acto de amor hacia ti mismo y hacia tu creación. Es mantener pura la vibración, hasta que tu decreto florezca y la realidad lo muestre con claridad.
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