viernes, 5 de septiembre de 2025

EL GATO DE LA PLAYA

 


Vivía cerca del mar cuando un gato andrajoso y flaco apareció frente a mi casa. Llegó unos días después de que mi viejo compañero, cansado y al borde de partir, lo dejara entrar como si le cediera su lugar. No sé si fue casualidad o destino, pero aquel gato se quedó.


Con el tiempo se volvió fuerte y, cada tarde, me esperaba al regresar del trabajo. Había en sus ojos un brillo salvaje y tierno a la vez, como si me recordara que la libertad y el cariño podían convivir.

Años más tarde, la vida me llevó a otra ciudad. Intenté llevarlo conmigo, pero no quiso. Se acercó, me acarició con su cabeza y luego se sentó a observar la mudanza durante largo rato. Cuando el camión partió, lo vi perderse despacio hacia la playa, dueño de su propio destino.

A veces lo extraño, y me pregunto si todavía me espera entre las olas y la arena, como un guardián invisible de mis recuerdos junto al mar.


miércoles, 3 de septiembre de 2025

EL DOBLE CUMPLEAÑOS

 


Mi madre celebraba sus cumpleaños a lo grande. La casa se llenaba de aromas, de ollas hirviendo y de charlas apresuradas. Había más comida de la que cualquiera pudiera imaginar, y siempre, a último momento, decía que faltaba algo: un plato más, un postre extra, un detalle que, según ella, era indispensable para agasajar a sus invitados.


Yo, joven entonces, pensaba en silencio que era demasiado. La juzgaba derrochona, incapaz de comprender por qué tanto gasto, por qué esa necesidad de dar más de lo necesario.


El tiempo pasó, y mi madre envejeció. Una tarde, ya muy anciana, descubrí su secreto. Al día siguiente de su cumpleaños, con lo que quedaba, abría las puertas de la casa a sus vecinos, a los allegados que poco tenían, a los que rara vez eran invitados a una fiesta. Allí, en esa segunda mesa tendida, brillaba la verdadera razón de su derroche: su generosidad.


Entendí entonces que no era exceso, sino abundancia compartida. Que no era gasto inútil, sino amor multiplicado en cada plato, en cada brindis, en cada sonrisa de los más humildes.


✨Hoy, que ella ya no está en este mundo, sigo festejando su día como lo hacía ella: con la certeza de que celebrar no es solo honrar la vida propia, sino también dar un lugar en la mesa a quienes más lo necesitan. Y mientras enciendo las velas, sé que su espíritu sonríe conmigo, porque la fiesta continúa.✨




martes, 2 de septiembre de 2025

LA ENVIDIA, UN ESPEJO QUE NOS DESPIERTA

 

La envidia es una emoción silenciosa pero intensa, que muchas veces se esconde bajo actitudes disfrazadas de crítica, indiferencia o incluso “bromas”. Aparece cuando vemos en otros algo que deseamos y no nos atrevemos a reconocer en nosotros mismos: un talento, una relación, una posesión, una oportunidad. 
 
🔍 Cómo darte cuenta rápido?
Te incomoda el éxito ajeno. En lugar de alegrarte genuinamente, sientes un malestar interno. Surge la comparación inmediata. Tu mente te dice “¿y yo qué?” o “yo lo haría mejor”. Te descubres restando valor. Minimizar logros de los demás para no sentirte “menos”. Aparece la obsesión. Piensas demasiado en la persona o situación, incluso sin querer. 
 
🌿 Qué hacer frente a la envidia 
 1. Reconócela sin juicio. Todos hemos sentido envidia alguna vez. Aceptarla ya es dar el primer paso. 
 2. Convierte la envidia en espejo. Pregúntate: “¿Qué me está mostrando esto que deseo para mí?” 
 3. Transforma el malestar en inspiración. En vez de quedarte en el resentimiento, úsalo como impulso para crecer y mejorar. 
 4. Practica la gratitud. Agradece lo que tienes ahora mismo. La gratitud apaga el fuego de la envidia. 
 5. Celebra a los demás. Cuando felicitas de corazón, tu energía se eleva y atraes más cosas buenas. --- 
 
✨ Pensamiento final: 
“La envidia no es un enemigo, es una señal. Nos muestra hacia dónde anhela crecer nuestra alma. El secreto está en escuchar el mensaje, no en quedarnos atrapados en la comparación.”

sábado, 30 de agosto de 2025

LA DESILUSIÓN DEL TELÓN

Mi abuela adoraba los radioteatros. Cada tarde, mientras el mate humeaba en la mesa, encendía la vieja radio y se sumergía en un mundo de voces. Yo me sentaba a su lado, fascinada, dejando que aquellas palabras invisibles pintaran castillos, pasiones y aventuras en mi imaginación.


Una vez, decidió llevarme al teatro para ver en persona a uno de aquellos actores que llenaban mis tardes de fantasía. ¡Qué emoción! Sentí que iba a conocer a un héroe de carne y hueso.


Pero cuando se levantó el telón, la magia se quebró. El escenario era más pobre que mis sueños, la voz no tenía el mismo misterio, y aquel actor, al que yo veneraba, me pareció común, cansado, demasiado humano.


Al final de la función, nos acercamos a saludarlo. Yo, con apenas diez años, le extendí la mano sin entusiasmo. No era el príncipe que había imaginado, ni el villano temible, ni el amante apasionado. Era solo un hombre sudoroso, con el maquillaje corrido y una sonrisa forzada.


Salimos a la calle, y mi abuela me miró divertida. Yo estaba enojada, profundamente decepcionada. Esa noche aprendí que la radio me había dado más que un entretenimiento: me había regalado el poder de crear mundos enteros con mi mente, mucho más grandes que cualquier escenario.

"A los diez años descubrí que el escenario podía engañar, pero la imaginación nunca.

La verdadera magia no estaba en los actores, sino en los mundos que yo sabía crear."






domingo, 24 de marzo de 2019

Empoderarse es Amarse

El verdadero poder no está en el éxito que persigue la gente en  el mundo, el verdadero poder viene de  tí, de sentirte bien contigo mismo y aceptar a los demás como son. Darte cuenta qué lo que realmente importa es lo que tú piensas y sientes es el primer paso para alcanzar la libertad de los mandatos autoimpuestos que te mantienen en el mismo lugar. Liberarte es crecer para poder elevarte hacia lo desconocido, con tus propias alas. Empoderarte es amarte, para volar al fin hacia la libertad de ser tú mismo.

lunes, 6 de noviembre de 2017

EL ARTE DE VENCER SIN LUCHAR

Una de las más grandes virtudes del guerrero es la de derrotar a su adversario con la mayor economía de recursos.
Las historias de la tradición zen y sufí que han llegado a occidente a menudo son protagonizadas por fieros y temidos guerreros que hacen aspavientos con sus armas, así como maestros ancianos imperturbables que ven sus demostraciones como un niño que ve caer una tormenta terrible por la ventana.
Una de tales historias habla de un guerrero muy famoso que había asolado incontables ciudades y conquistado vastos territorios sin jamás haber sido derrotado. Era tal el horror que provocaba en los pobladores que cuando supieron que el ejército del famoso guerrero se dirigía hacia el país todos —hasta los gobernantes— dejaron las casas vacías, con las ollas de sopa todavía hirviendo sobre los fogones, huyendo a toda prisa.
Todos menos el maestro zen que vivía modestamente en la ladera de una escarpada montaña.
Una vez que el ejército tomó el control de la capital, el famoso guerrero se dirigió hasta la cabaña del maestro zen con el objetivo de verlo con sus propios ojos.
Cuando llegó ante él, viendo que se trataba de un sencillo anciano que ni siquiera se había puesto de pie para suplicar por su vida, el guerrero prorrumpió en insultos.
“¡Viejo tonto!”, le dijo, a la vez que desenvainaba su espada, “¿no te das cuenta de que estás frente a un hombre que podría cortarte a la mitad en menos de un parpadeo?”.
El maestro permaneció inmóvil y respondió:
¿Y tú te das cuenta de que estás frente a un hombre que podría ser cortado a la mitad sin parpadear?
AUTOR ANONIMO

sábado, 7 de octubre de 2017

PARABOLA DE LA SAL

El viejo maestro pidió a su joven discípulo que estaba muy triste, que se llenase la mano de sal, colocase la sal en un vaso de agua y bebiese.
¿Cómo sabe? le preguntó el maestro, fuerte y desagradable respondió el joven aprendiz.
El maestro sonrió y le pidió que se llenase la mano de sal nuevamente. Después, lo condujo silenciosamente hasta un lindo lago, donde pidió al joven que derramase la sal.
El viejo Sabio le ordenó entonces: bebe un poco de esta agua.
Mientras el agua se escurría por la barbilla del joven, el maestro le preguntó:
¿Cómo sabe? Agradable, contestó el joven. ¿Sientes el sabor a sal? le preguntó el maestro.
No: Le respondió el joven.
El maestro y el discípulo se sentaron y contemplaron el bonito paisaje.
Después de algunos minutos, el Sabio le dijo al joven:
El dolor existe.... Pero el dolor depende de donde lo colocamos!
Cuando sientas dolor en tu alma, debes aumentar el sentido de todo lo que está a tu alrededor.
Tenemos que dejar de ser del tamaño de un vaso y convertirnos en un lago grande, amplio y sereno.
AUTOR: ANONIMO