
El joven
suspiró aliviado. "Gracias, Señor"
dijo, e hizo lo que le había dicho. Al entrar, vio
muchas cruces, algunas tan grandes que no les podía
ver la parte de arriba. Después, vio una pequeña
cruz apoyada en un extremo de la pared.
"Señor",
susurró, "quisiera esa que está allá".
Y el Señor contestó, "Hijo mío,
esa es la cruz que acabas de dejar".
FUENTE: Anónimo
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